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Este capítulo relata el incidente en el cual el profeta Nathán confrontó a David con su pecado, así como el arrepentimiento de David. Tenemos la Parábola de Nathán en cuanto a la oveja, la cual hizo que David se convirtiera en su propio juez. David, confesó su pecado y fue perdonado. Tenemos también el nacimiento de Salomón. Rabba fue capturada por las fuerzas de David. Nathán pronunció el juicio de Dios sobre David, y David reconoció su pecado. David tuvo que aprender, que todo lo que el hombre sembrare, eso también segaría. Finalmente, en este capítulo tenemos el nacimiento de Salomón, que es el segundo hijo que le nace de Bath-sheba. En el capítulo 11 vimos en detalle, el relato del terrible pecado de David. La Biblia no le restó importancia, de ninguna manera. Ahora, es posible que el pecado de David, nos haga perder de vista la grandeza de este hombre. El pecado fue la excepción y no la regla en su vida. No fue el pecado la norma de su vida en ninguna manera. David no vivía pecando todo el tiempo, no fue de pecado en pecado.

Hay algunas personas que hacen que el pecado sea la norma de sus vidas. Y si hacen esto, no pertenecen a Dios. Dios como Espíritu Santo, no puede vivir en ningún creyente así. Es posible que un creyente caiga en el pecado, pero usted puede estar seguro que no se quedará en el pecado. Eso es lo que caracteriza y lo que distingue a quienes pertenecen a Dios de los que no son Sus hijos. Una oveja, bien puede caer en el lodo, pero no se quedará allí. No le gustará y hará lo posible por salirse de allí lo más pronto posible. Sin embargo, un cerdo sí se queda en el lodo y allí, en su elemento natural, se encuentra bien, la iglesia se compone de ovejas y no de cerdos.

Ahora, un defecto puede echar a perder una valiosa pieza de alfarería. Generalmente un artículo de valor se vende como una oferta especial porque el comerciante ve que tiene algún defecto. Muchas veces, debido a un solo defecto, se marca un artículo a un precio más bajo. Pues bien, usted tendrá que evaluar de forma diferente a David debido a su pecado. En el capítulo 11 vimos el pecado de David en toda su negrura y fealdad. La Palabra de Dios no atenuó su gravedad. La Palabra de Dios no encubrió las acciones de David ni ofreció explicaciones que las justificaran. Su pecado fue tan negro como la tinta, tan oscuro como la noche, y tan hondo como la parte más inferior del abismo, y tan profundo como el infierno mismo.

Lo que David hizo desagradó al Señor, y ahora veremos que Dios haría algo al respecto. La verdad es que Dios ya hizo algo en cuanto al pecado de todos los seres humanos. Se entregó en su manifestación como Jesucristo, para que muriera en la cruz y pagara la pena del pecado. Fue Dios, quien dijo que el pecado es tan atroz que exigió la muerte, por eso se manifestó como hombre para morir. Ahora, si usted insiste en permanecer alejado de Dios, usted está perdido. Pero si usted es una persona que ya pertenece a Dios y cae en pecado, pero encausado por el Espíritu Santo, se arrepiente y se aleja, puede tener la seguridad de que Dios, como Padre, se ocupará de usted.

En el capítulo 11 dejamos a David sentado en su trono con una engreída complacencia. Creía que se había podido evadirse de las consecuencias de su pecado, pero se equivocó. David viviría lamentando haber cometido ese horrible pecado. El primer versículo nos presenta a Nathán, uno de los profetas más valientes de la Historia Bíblica. David podía simplemente haber alzado su mano sosteniendo el cetro, y sin palabra alguna podría haber condenado a muerte a Nathán por su audacia al acusar al rey. Esta posibilidad, sin embargo no detuvo a Nathán.

Nathán le contó a David una parábola. Era una parábola que le revelaría a David lo que él realmente era, tal como si se viera en un espejo. La Palabra de Dios es un espejo que nos manifiesta cómo realmente somos, virtudes y defectos nos son mostrados, con el fin de permitir a Dios que siga cultivando lo bueno, y arrancando lo malo. Nathán sostendría el espejo enfrente de él, para que David pudiera contemplarse bien. Probablemente se produjo una pausa en los negocios del Estado cuando Nathán llegó, ya que Nathán era el profeta de Dios, David pensó: “probablemente Dios tenga algo para mí” y en verdad lo tenía. Le contó a David entonces una parábola acerca de dos hombres que vivían en una ciudad: uno de ellos era rico, y el otro pobre. Una situación muy común en cualquiera de nuestras ciudades, ¿verdad? con sus barrios de las clases altas, y sus sectores de pobreza.

La parábola parece que es bastante conocida. El rico tenía mucho ganado y rebaños. El pobre, en cambio, tenía solamente una ovejita. Era como un animal de compañía, y la mimaban y querían mucho en la familia. Era pues, todo lo que tenía el hombre pobre. ¡Qué contraste! Ésta es la tensión social permanente, que tiene lugar ante la desigualdad que existe entre ricos y pobres y la falta de justicia social.

En esta parábola conocida, se destaca la avaricia del hombre rico. Y David no creyó que Nathán había inventado esta parábola; sino que pensó que le estaba contando acerca de alguien en el reino, y que estaba pidiendo a David que lo juzgara. David era también sensible en cuanto a lo bueno y a lo malo. También tenía un sentido de la justicia. Allí en lo profundo de su corazón había una fe que nunca falló. Había allí un amor verdadero hacia Dios. Cuando oyó la parábola que Nathán le contó, reaccionó con gran indignación y pensó que tal persona merecía ser ejecutada. Es interesante comprobar cuán fácil le resulta a uno juzgar el pecado en otro, mientras que lo podemos tolerar en nuestra propia vida.

Cuando David da su respuesta sobre lo que se tiene que hacer, para remediar la situación, parece todo un predicador, ¿verdad? Es tan fácil predicar a otro y señalarle sus culpas, es tan fácil analizar todas sus faltas y decirle lo que tiene que hacer. La mayoría de nosotros somos psicólogos aficionados, que reclinamos a otros en nuestros sofás críticos y los sometemos a una buena dosis de psicoanálisis, haciéndoles ver sus males.

Cuando Nathán pronunció las palabras a David, que no se estaba hablando de nadie más, sino del él y pronunció la sentencia divina, alcanzó a ver, que el profeta necesitó mucho valor para poder decirle esto a David. Creemos que él fue uno de los hombres más valientes de los tiempos Bíblicos. Le dijo: "David, tú eres el culpable". Oh hermanos clamemos a Dios, que el unja a sus siervos, que les dé espíritu de valentía, para llamar al pecado, pecado, para no disfrazarlo, para denunciarlo, para juzgarlo, sin importar posición social o económica, todo con el objetivo, de que el hombre se arrepienta y tenga vida eterna.

Pero las acciones posteriores de David revelarían su grandeza. En el versículo 8, Dios dijo que le habría dado a David todo lo que deseara, pero que David había anhelado tener algo que no le pertenecía. La supuesta nueva moralidad actual diría que este modo de actuar no es pecado. Sin embargo, Dios dice que esto sí es pecado, y que David, el hombre que agradaba a Dios no podría eludir su responsabilidad por la acción cometida.

Nathán especificó el pecado en términos nada ambiguos. Evidentemente, aquellos que estaban en la corte, quedaron impactados y sorprendidos cuando oyeron lo que Nathán le dijo a David. Sin duda había muchos allí presentes que no estaban al tanto de lo que había ocurrido. Oyeron a Nathán acusar a David de un crimen brutal. David había cometido una acción específicamente prohibida por Dios. Y en ese momento fue conocida la sentencia, las consecuencias cosechadas por sus viles, actos. Todos hemos escuchado, que no saldremos de esta tierra sin haber levantado la cosecha de nuestros actos, y David en ese día, supo que esto es verdad.

Las palabras de los versículos 11 y 12, sirvan de advertencia para todos nosotros, cuando surge la pregunta, en cuanto a si es posible que un cristiano cometa un pecado, la respuesta inequívoca es que SÍ es posible. Pero cuando un creyente peca, desprecia la gracia de Dios y Dios como todo padre responsable, va a tener que corregir de su mala actuación a ese hijo mal portado. Por eso es que vemos que la espada heriría a la familia de David y, además, la maldad se levantaría contra David, desde su propia casa. En el próximo capítulo veremos cómo estalló un escándalo entre los hijos de David, con lamentables resultados que fueron una fuente de angustia para este hombre. Pero nunca encontrará usted a David, lamentándose o quejándose a Dios en cuanto a esto. Porque David sabía que Dios lo estaba castigando justamente. Todo lo que David deseaba era lo que estaba escrito en el Salmo 42, versículo 1, donde leemos: "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía". Ya vimos que después de que Nathán acusó a David, David se arrepintió.

"Entonces dijo David a Nathán: Pequé contra el Señor. Nathán dijo a David: También el Señor ha perdonado tu pecado; no morirás. Pero, por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos del Señor, el hijo que te ha nacido, ciertamente morirá."

David debería de haber muerto por su pecado, pero Dios le salvó la vida y perdonó su pecado. Sin embargo, el hijo de David murió. Dios no va iba dejar que el pecado de David quedara impune. Y estas palabras se han cumplido porque dieron ocasión a los enemigos de Dios para criticarle, por haber elegido a un hombre como él.

Los siervos de David se quedaron sorprendidos. Mientras el niño vivía, David se había vestido de cilicio y de ceniza. Cuando el niño murió, era de esperarse que estuviera fuera de sí. Sin embargo, David se lavó, cambió sus ropas, y fue a la casa del Señor para adorar. Y entonces sus siervos le pidieron una explicación.

David sabía que el pequeño estaba a salvo. Sabía que el niño nunca volvería después de haber muerto. Pero David sabía que vendría el día cuando él también tendría que morir, y que de esa manera se reuniría con su hijo. Un niño que muere en la infancia, parte para estar con el Señor. Cuando un niño muere hoy, ese niño parte inmediatamente para estar con el Señor. Eso es lo que enseña la Palabra de Dios. Y a David le fue posible consolarse cuando su hijo murió, porque él sabía que algún día le vería nuevamente. En cambio, no ocurrió así cuando su hijo Absalón murió, muchos años después. Porque este muchacho sería una angustia para David. Cuando él murió, David lloró su muerte. ¿Por qué? Porque David no estaba seguro de la salvación de Absalón.

Por la enseñanza clara de la Palabra de Dios, los creyentes son consolados por la esperanza de la resurrección, por la reunión de todos los creyentes con el Señor Jesucristo y con sus seres queridos y por la realidad de la vida eterna. Estimado lector, ¿comparte usted esa esperanza, ese consuelo?